Exposición que parte de la obra maestra del Bosco “El jardín de las delicias” con motivo de la celebración del V centenario del Bosco.
Museo Nacional del Prado- 04.07.2016 – 02.10.2016
Tras varios intentos fallidos para comprar entradas por internet para la exposición del Bosco, llamadas a conocidos para intentar conseguir que me colaran y un largo etc., no me quedó más opción que presentarme allí el último fin de semana de la exposición, hacer la cola y ante una nueva negativa, vi lo que se presentaba como única posibilidad: hacerme “amiga del museo”. Rellené los impresos, pagué la cuota y en ese mismo acto pude pasar la mañana rodeada de jardines insólitos, imágenes llenas de historias que contar y un viaje de ida y vuelta a una época donde la vanguardia del Bosco despertaba tanto interés como rechazo, imaginar a este artista en su estudio proyectando en su imaginación lo que su pincel revelaría en estos tablones, despierta mi curiosidad.
Su lucha entre el bien y el mal, lo divino y lo pagano, lo formal y lo más morboso es algo interesante que creo que forma parte del ser humano. En su lujuria mundana entrelaza a las personas y el mundo animal, haciéndote dudar sin son reales o fruto de este artista adelantado a su tiempo. Un paseo soñado por un jardín plantado por seres, criaturas y escenas.
Son sueños, vivencias o situaciones que quizás formen parte de tu vida o que ni siquiera te hayas atrevido a soñar. Su obra emana fuerza, alma, surrealismo, habría que inventar palabras para describir las sensaciones que provocan estas escenas, porque en definitiva es eso, una provocación. Provoca reflexiones, discusiones, miedos, deseos, una mezcla de sensaciones e incomprensión que lo hace único en su género, inventor de figuras maravillosas y de imágenes llenas de fantasía.
Normalmente al final de una novela de suspense el escritor desvela el misterio, en este caso parece que su autor desea que ese misterio se mantenga, se imagine, se malinterprete, se deje volar en el interior de cada uno de los que hemos podido permanecer inmóviles frente a su obra, intentando hacerla nuestra.
Muchos fueron los que lo imitaron, recreando lo que visualmente emanaban esas imágenes creadas por este artista, pero nadie consiguió entender o trasladar a un lienzo en blanco, la verdadera esencia de estas criaturas, dado que los demás procuraron pintar al hombre cual parece por fuera; mientras que el Bosco, se atrevió a pintarle cual es por dentro.
Lo que más me sorprendió, por como inunda tus sentidos, fue la videoinstalación formada por una multiproyección de una pieza de vídeo y audio distribuida en 18 canales de vídeo y 16 pistas de sonido con una duración aproximada de 75 minutos en la que imágenes de El jardín de las delicias son objeto de reinterpretación y reelaboración por parte de los autores para constituir una obra renovada y distinta para el espectador.
Una composición original del artista Álvaro Perdices y el cineasta Andrés Sanz, con un audio expresamente creado para esta obra por los músicos Santiago Rapallo y Javier Adán. Y nos lo describen así: “este espacio ha sido diseñado para crear un ambiente ‘inmersivo’ que permite adentrarse en el célebre tríptico desde un espacio perceptual, en el que el espectador se adentra en el Paraíso, el Jardín o el Infierno con una multitud de seres, criaturas y cuerpos.
En “Jardín infinito” se diseccionan, recortan y ensamblan detalles de los múltiples mundos pictóricos del cuadro generando un espacio completamente sensorial, envuelto a su vez por un paisaje sonoro dotado de acentos tridimensionales. Las imágenes fragmentadas, los cambios de escala o las sorprendentes micro narrativas adquieren una nueva dimensión, suscitando el primigenio asombro que la obra del Bosco siempre ha despertado.
Estos detalles dislocados forman un itinerario y paseo por esa pequeñez importante que fascina y se rebela ante la incapacidad de experimentar el todo de un dispositivo espacial que disuelve el objeto en la experiencia.”
Jheronimus van Aken (Bolduque, c. 1450-1516), en España denominado el Bosco, se le calificó como artista «lejano e inaccesible» dentro de la tradición de la pintura flamenca a la que pertenece. No fechó ninguno de sus cuadros y son relativamente pocos los que llevan una firma que pueda considerarse no apócrifa. De su actividad artística tan solo se documentan algunos trabajos menores no conservados y el encargo de un Juicio Final que en 1504 le hizo Felipe el Hermoso. Ninguna obra se le puede atribuir con absoluta seguridad Felipe II, entre los primeros y más insignes coleccionistas de sus obras, pudo reunir un importante número de ellas en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
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